El Efecto Pigmalion y La Dura Realidad

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A veces tener creencias solidas sobre algo que ocurrirá en el futuro es peligroso. Pueden llegar a cumplirse. El efecto Pigmalión o la fuerza que puede tener una determinada creencia, basada en

percepciones con mas o menos fundamentos, en el desempeño propio o en el de terceras personas, parece estar llegando a su máxima expresión con la crisis del coronavirus.

Esta teoría, demostrada en los experimentos desarrollados por el psicólogo Robert Rosenthal en los años 60, tiene efectos tanto positivos como negativos. Positivos, por ejemplo, en el caso de aquellos lideres de equipo que consiguen convencer a todos de los capaces que son para afrontar un determinado reto. Negativos, por ejemplo, como el caso de un trabajador que se ve “sentenciado” por su empresa en base a su propia creencia afectando esto a su rendimiento y culminando, efectivamente, con el despido y un “ya lo sabía yo, menos mal que no me
esforcé mucho”.


Ahora mismo estamos viviendo ejemplo de efecto Pigmalión a gran escala que servirá para que
unos y otros se reafirmen en sus posiciones, aunque, en realidad, el origen y la consecuencia,
nada tenga que ver con los argumentos iniciales. Apenas llevamos 2 meses del nuevo gobierno
en España. Apenas 2 meses desde que PODEMOS toco poder de verdad por primera vez y, de
repente, todos han visto sus sueños cumplidos. Durante años hemos visto a los contrarios del
partido morado, ahora opositores, avisando de que la llegada de estos al poder supondría la
“Venezolanización” de España, donde habría desabastecimiento, caos,…. ¿Quién no recuerda a
Bertin Osborne explicando en televisión las dificultades de adquirir en papel Higiénico
Caracas?... ¡!!Conseguido!!!. Claro que la situación que vivimos no tiene comparación con la
que vive el país latinoamericano pero se podrá decir…!!Si se veía venir!!. 


Pero, por otro lado, también nos hemos hartado de ver en televisión a miembros, allegados y simpatizantes de PODEMOS exponiendo ideas el tipo ¡!aquí lo que hace falta es intervenir el mercado!! ¡el gobierno debe tomar el control de empresas estratégicas! o ¡!La sanidad privada debe estar al servicio del interés general!! … ¡!Enhorabuena!!


Esta seguramente no será la forma en la que lo soñaron pero habrá quien este viviendo un orgasmo de intervencionismo. No pretendo realizar un paralelismo entre la situación que viven ambos países. No es comparable. Todo apunta que lo que vive España es algo temporal, aunque no conozcamos las consecuencias, mientras que lo que vive Venezuela es algo estructural y las consecuencias están mas que claras. Solo pretendo alertar de las exageraciones, ideas peregrinas, incapacidad de muchos de los que nos gobiernan y de aquellas estructuras que sirven para soportar determinadas ideologías, opinadores mediáticos incluidos. Y esto está pasando de nuevo ahora mismo, en mitad de una alarma social, donde unos y otros aprovechan para colocar sus mensajes pese a que la realidad les ha golpeado con una enorme bofetada en la cara. Resulta que quienes llevan meses hablando de la necesidad de subir impuestos proponen en su primer paquete de medidas aprobado con cierto calado ayudas fiscales, créditos blandos vía no pagar impuestos o cotizaciones, y en definitiva, reducir temporalmente la carga fiscal y los ingresos para el estado para no penalizar el empleo, algo que, hasta ayer, según ellos, no estaba demostrado que funcionase o incluso era contraproducente. 


Y a la vez, en el bando de enfrente, vemos a políticos y contertulios defendiendo la necesidad de un estado fuerte que intervenga para controlar la situación y vanagloriándose de la calidad de sanidad en España cuando hasta ayer, proponían medidas para reducir la presencia del estado en muchos ámbitos de nuestras vidas para poder así reducir la fiscalidad. Vemos a sindicatos alegando la agilización de los procesos de ERTEs para salvar empleos ya que en España estos son trámites largos y complejos como si esto no fuese su responsabilidad. Vemos a empresarios pidiendo ayudas, medidas y liquidez al estado cuando siempre se ha reclamado que el estado no

intervenga. 


Nos encontramos que quienes criticaban la existencia de la sanidad privada ahora requieren de sus instalaciones para dar servicio a la ciudadanía sin reconocer que el estado no hubiese podido construir esos hospitales privados por carecer de recursos o capacidad de inversión y que ahora no dispondríamos de esos medios. También encontramos que quienes abogaban por una reducción de la sanidad publica y premiaba o potenciaba la privatización del sector salud ahora sale al balcón de su casa a aplaudir a los profesionales de la medicina y la salud. 


Nos encontramos, en definitiva, con un montón de incompetentes capaces de decir una cosa y la contraria en función de como sople el viento o, peor aún, capaces de mantener (e intentar colar) sus argumentos contra viento y marea aunque estos ya estén superados por la dura y objetiva realidad. En fin, estén ideológicamente donde estén, cuidado con lo que sueñan y con lo que amenazan, porque se puede convertir en realidad y de la forma menos esperada.


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