En pleno siglo XXI, no existen dudas sobre que la educación atraviesa una de las transformaciones más profundas de su historia. Las aulas ya no se limitan a cuatro paredes ni los libros son la única fuente de conocimiento. La revolución digital, los nuevos enfoques pedagógicos y las demandas de un mundo globalizado están moldeando una nueva manera de enseñar y aprender en la que la adaptación del sistema determinará la conformación de los líderes del presente y del futuro.
Sin lugar a dudas, la tecnología es la protagonista hoy de la educación, acelerada si cabe más por el impulso a estas nuevas herramientas que la pandemia de COVID-19 posiciono con la adopción de tecnologías educativas como Google Classroom, Moodle o incluso tecnologías inmersivas que pasaron a convertirse en herramientas habituales. Todo ello, unido a la presencia de manera directa de la inteligencia artificial y la realidad aumentada en universidades, escuelas de negocios y colegios que hoy están abriendo nuevas posibilidades que van desde tutores virtuales personalizados hasta laboratorios de ciencia simulados en 3D. Si bien, como en toda revolución, uno de los riesgos más importantes que como sociedad tenemos ante sí es el de evitar una brecha de diferenciación de clases en un sistema educativa avanzando para quienes puedan acceder al mismo y otro para quienes no puedan por su situación económica, social o de origen territorial.
Es así, uno de los grandes desafíos el de reducir la brecha digital y garantizar el acceso a una educación de calidad para todos. Algo que implica desde mejorar la conectividad hasta capacitar a los docentes en nuevas metodologías. La educación inclusiva es hoy fundamental en la construcción de un ecosistema innovador, de presente y de futuro, máxime cuando en este ámbito también se deben considerar las diferentes capacidades, culturas y contextos socioeconómicos.
Podemos, no obstante decir que hoy los estudiantes no solo consumen contenido digital, sino que lo crean como explica la educadora y tecnóloga Marina Delgado. Algo que fomenta de manera directa un aprendizaje activo y significativo.
Pero el cambio en el sistema educativo no sólo se resume hoy en el uso de la tecnología como elemento de impacto. Así, otra tendencia clave es el enfoque en el aprendizaje individualizado y a medida que permite el desarrollo de un itinerario especializado a las necesidades del alumnado. No por menos, gracias a los datos recolectados por plataformas digitales, los docentes pueden adaptar contenidos y métodos según el ritmo y estilo de cada alumno. Esta personalización busca de esta forma no solo mejorar el rendimiento, sino también combatir el abandono escolar. En el siglo XXI, educar ya no significa solo transmitir conocimientos, la educación socioemocional alcanza hoy su máximo impacto en el desarrollo de los itinerarios académicos. Cada vez más centros incluyen así en sus programas habilidades como la empatía, la resiliencia y la autorregulación emocional. La inteligencia emocional se considera hoy por ello fundamental en un mundo marcado por la incertidumbre y el cambio constante. Siendo, necesario que el alumnado acceda a estas herramientas en su proceso de aprendizaje académico.
Pero junto a ello, otro factor se pone de relieve en esta revolución educativa actual, este, no es otro que el concepto del aprendizaje a lo largo de la vida. De esta forma, el modelo educativo ya no termina con la universidad, sino que se extiende en su desarrollo. La formación continua es así ahora una necesidad vertebrada a través de microcredenciales, cursos en línea (MOOCs) y bootcamps que permiten a profesionales de todas las edades actualizarse constantemente. No existen dudas, que todos estos cambios unidos a los sistemas de automatización y de aplicación de la inteligencia artificial están transformando el mercado laboral. En este contexto, habilidades como el pensamiento crítico, la resolución de problemas, la creatividad y la comunicación se han convertido en pilares fundamentales de la educación actual ante las cuales no se puede mirar hacía otro lado.
En definitiva, el cambio educativo del siglo XXI no tiene un único modelo ni una fórmula mágica, es un proceso de construcción permanente y de adaptación e incorporación de herramientas que de manera exponencial en el campo de la tecnología y los procedimientos hoy se presentan. Se trata así, de un proceso dinámico, en el que la innovación y la tradición deben encontrar un equilibrio., educar hoy implica preparar a los ciudadanos para un mundo complejo, incierto y profundamente interconectado. Hoy, las aulas de las universidades, escuelas de negocios y centros académicos o escolares no son sólo digitales, sino colaborativas, inclusivas y centradas en el estudiante como eje de todo.
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